jueves, 8 de abril de 2010

Código de Barras.

La implantación comercial de los dispositivos y escáneres de lectura óptica, entran en su tercera década.


Dentro de dos años, en el 2012, el código de control EAN, más popularmente conocido entre los consumidores como “código de barras”, cumplirá treinta años entre nosotros, la distribución, al menos de modo oficial. No obstante, de modo legítimos, cabe reseñar que el código de barras se instaló en nuestro país en 1997, fecha de creación de la Asociación Española de Codificación Comercial (AECOC), representación española de EAN, justo en pleno debate sobre la necesidad de codificar los productos de gran consumo. El primer distribuidor que lo empleó para sus tiendas a nivel comercial durante las semanas previas al mundial de fútbol celebrado en nuestro país, en 1982, fue una modesta y pequeña enseña de supermercados valenciana llamada Mercadona. Cuenta la leyenda, creemos que urbana, que fue un pack de estropajos el que tuvo el honor de dar paso a los terminales de lectura infrarroja y a su picoteo de pitidos. Actualmente unos veinticuatro mil establecimientos utilizan lectores de códigos de barra, más de un millón trescientos mil en todo el mundo (hay ciento treinta millones de artículos codificados) que suman una estimación de cien mil pitidos característicos de tales sistema por cada segundo. El primer sistema de código de barras fue patentado en 1940 por Norman Woodland y Bernard Silver y, como es lógico en el diseño de prototipos, difería mucho de los que hoy conocemos, ya que la información quedaba albergada mediante una serie de círculos concéntricos. No obstante, consistía en un lenguaje de lectura codificada por infrarrojos muy similar a la tecnología actual. La primera experiencia sobre códigos de barras data de 1973, cuando en EEUU se aprobó el UPC (Universal Product Code), un estándar que aún continúa vigente y que se refiere a EEUU y Canadá. Pero no fue hasta el año siguiente, en 1974, cuando el 26 de junio se inauguró el primer punto de venta con escáner de la historia en Trou (Ohio, EEUU), con lo que es en esta fecha cuando el código de barras comienza a actuar.



Partes constitutivas de un Ean, y su estructura numérica.


El código de barras se define como una disposición en paralelo de barras y espacios que contienen información codificada en las barras y espacios del símbolo. Los códigos de barras son una forma sencilla, rápida y precisa de codificar información, la cual posteriormente puede leerse mediante dispositivos ópticos, los cuales envían dicha información al ordenador de igual modo que si dicha información se hubiera tecleado. Desde el punto de vista de la gestión y comercialización, emplear códigos de barras reduce considerablemente la ineficacia, mejorando la productividad. Evita el tecleo manual, con lo que de un plumazo agiliza el paso por caja, elimina posibles errores humanos y las incidencias de caja y posibilita un mejor arqueo. Esto desde el punto de vista del punto de venta, porque la aportación a la producción y la logística es igualmente considerable; los fabricantes, mayoristas y detallistas se benefician de otras ventajas: pueden gestionar de manera inmediata todo tipo de información sobre el producto, seguir su movimiento a lo largo de la cadena de suministro, controlar de forma on-line el stock de las estanterías y el almacén, conocer de forma efectiva los gustos de los clientes, ahorrar tiempo en el cobro y etiquetado... Lo que revierte de nuevo en el consumidor mediante una oferta más ajustada a su demanda.



Dispositivo infrarrojo verificador de códigos de barras.


Casi todas las cosas que hoy compramos en las tiendas llevan en una esquina un código de barras, cerrado con un número. No es casual, es una cuestión de trazabilidad. Si un artículo tiene el 84 10300 10075 7, podemos saber que es un producto hecho en España, elaborado por la empresa Gallina Blanca S.A. y que se trata de una sopa de sobre, en su versión instantánea. ¿Cómo se asignan los códigos?, los números de un código de barras, o código EAN, son distribuidos y sistematizados por la empresa barcelonesa AECOC, anteriormente comentada y que actualmente maneja referencias de veinticinco mil clientes. La AEOC es el organismo asignador, debe ser el primer paso para que una compañía pueda disponer de códigos de barras para sus productos una vez que se asocia a esta entidad. Los datos de codificación de un producto aleatorio comercializado por una empresa saltan a la vista: tomemos el ejemplo del número citado, el 84 10300 10075 7. Los dos primeros dígitos identifican el país de producción y comercialización, siendo 84 el número correspondiente a España. Los cinco siguientes ¬10300¬ forman el nombre de la empresa, su razón social los concede AECOC aleatoriamente. Los cinco números siguientes ¬10075¬ corresponden al producto concreto. En este caso, un paquete individual de sopa instantánea con sabor a champiñones, que tiene un precio y una fecha de fabricación determinados, entre otros datos. El último dígito, el 7, se obtiene a través de una operación logarítmica-matemática y sirve para garantizar la lectura correcta de todo el código a través de un escáner, de tal modo que se constituye en un dígito de control para saber que el código es correcto.



Evolución tridimensional de los sistemas de codificación comerciales,
con capacidad para mayor información.


La seguridad, niveles de eficiencia y transparencia del sistema EAN a día de hoy es incuestionable, a pesar de los nuevos dispositivos tecnológicos que le acechan y amenazan con su desaparición. La calidad de los códigos de barras se mide respecto a la primera lectura en las cajas. Hoy por hoy, el 97% de ellos se lee al primer intento según pruebas de laboratiorio técnico. El 3% restante sí presenta dificultades de lectura o, simplemente, no se lee con los costes sociolaborales y operativos que conlleva. Según un estudio de una empresa de distribución, a una gran cadena de supermercados estimó el coste operacional en torno a los ciento veinte millones de pesetas anuales sólo en la década pasada por el simple hecho operativo de llevar a cabo intento de lectura o tener que teclear a mano por parte de la cajera en numerosas ocasiones. A pesar de las mejoras técnicas, siempre se ha de contar que algunos productos darán problemas de lectura. Un ejemplo clásico son los congelados, que debido a la humedad que recubre el envase, o bien restos de agua semiescarchada, provocan una distorsión prisma en la luz laser del escáner que impide su correcta lectura que sólo se solventa pasando un paño por el Ean. En un futuro próximo el sistema de códigos de barras quedará postergado por la innovación tecnológica. La radiofrecuencia mediante microchips y el transvase de información a tecnología de intranet permitirá saber en tiempo real tanto al cliente como al punto de venta, el coste de la cesta de la compra, el stock actualizado y los niveles de gasto/facturación de uno y otro. Aunque la tecnología ya está prácticamente desarrollada (“Checkpoint”, como empresa tecnológica de referencia), los problemas de implantación devienen de sus costes estructurales, que incluso ha llegado a generar un conflicto de competencias entre distribuidores y productores (Fiab y Anged), la pasada década.



Nuevos formatos de códigos de albergación de de datos de características, trazabilidad y precios.

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